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  • Foto del escritorIsabel

Cold love


“Érase una vez dos pingüinos, Roy y Silo. Vivían en el zoo de Nueva York. Roy era muy cariñoso, Silo, tímido. Poco a poco comenzaron a acercarse: chocaban sus aletas, se acicalaban el plumaje el uno al otro y se acariciaban con sus cabezas. Estaban tan a gusto juntos que construyeron un nidito, al igual que el resto de parejas con las que compartían espacio.


Cada par de pingüinos tenía un huevo que incubar, del que saldría un pollito, pero Roy y Silo no tenían esa capacidad. Buscaron un huevo al que dar cariño y calor y encontraron algo que a ellos les pareció suficiente. Una roca con forma ovalada.


Los cuidadores del parque se dieron cuenta de la situación y decidieron dar a Roy y Silo el huevo de otra pareja que había puesto dos huevos pero había sido incapaz de incubar ambos.


Treinta y cuatro días después, Roy y Silo se convirtieron en papás, y criaron a su pequeña Tango durante dos meses y medio.”


Pingüino feliz. Foto: pixabay

Esta es una historia real. No es raro encontrar en pingüinos y otras especies animales individuos del mismo sexo emparejados. Es algo común en la naturaleza. Es algo natural.


He leído y escuchado a gente decir que las relaciones entre personas del mismo sexo son antinaturales. Ante tal barbaridad podemos argumentar con datos reales y fiables que están completamente equivocados, no debería hacer falta explicar estas cosas, pero por desgracia, en algunos lugares aún hay que hacerlo. Esperemos que en un futuro no muy lejano todo el mundo pueda hacer con su vida sentimental lo que le dé la gana sin ser juzgados por ello porque, además, ello supondrá un paso más hacia un desarrollo justo y sostenible.

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