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Si pudieras evitar que tu casa se quemase, ¿lo harías?

Si pudieras evitar que tu casa se prendiese fuego, ¿lo harías?


Vamos a imaginarnos que vivimos en una casa con cocina de gas y que un día, por despiste, nos dejamos el gas abierto, haciendo que este inunde toda la estancia. Sabemos que una pequeña chispa provocaría un gran incendio que quemaría el edificio. De repente se va a luz, tienes a mano una caja de cerillas, ¿encenderías alguna?


Ya hemos hablado de cómo localizar los microplásticos en los productos de higiene y cosmética, y sabemos que debemos reciclar los macroplásticos (envases) que compramos, aunque si evitamos comprarlos, mejor que mejor.


No obstante todo esto no es suficiente para eliminar la cantidad de basuras plásticas que hay en el entorno natural (especialmente en el océano), ni para disminuir drásticamente la cantidad de emisiones de CO2 que, cada día, acaban en la atmósfera, acelerando el archiconocido cambio climático.


La solución está en reducir y en cambiar nuestros hábitos de consumo. No parece muy complicado en principio, pero tampoco parece que estemos muy dispuestos a ello. Nos da pereza. Pensamos que nada malo nos va a pasar sólo por comprar, tirar, comprar, tirar, etc.


Quizá no se ha hecho suficiente énfasis en todo lo que conlleva el aumento de la temperatura media global y la conquista del océano por parte de los plásticos (entre otras cosas), teniendo en cuenta, además, lo sencillo de entender que es.


El aumento de la temperatura media no sólo implica la extinción de numerosas especies de seres vivos, también significa que se van a producir fenómenos meteorológicos cada vez más extremos. Los huracanes serán paulatinamente más potentes, las lluvias, intermitentes y torrenciales y los períodos de sequía, largos o donde antes no los había, por ejemplo. Para el ser humano, además de lo devastador del paso de un tornado por lugares que no están preparados para ello (ya conocemos las consecuencias, no hay más que ver lo que ha sucedido en Centro América con el paso de las tormentas tropicales este año pasado), el nivel del mar aumentará hasta el punto de sumergir algunas islas habitadas (como si fuera la Atlántida). Si esto aún te parece muy lejano no te preocupes, hay algo aún más cercano e incluso más directo que las lluvias o el calor extremo.


Durante cientos de años se han seleccionado cultivos que están preparados para crecer bajo unas condiciones climatológicas y edáficas (condiciones del suelo) concretas, si estas condiciones cambian es muy posible que muchos de estos cultivos tengan serias dificultades para salir adelante, con todo lo que ello conlleva tanto para la economía de los agricultores como para que a ti te lleguen frutas y verduras a la mesa.


Por otra parte tenemos la conquista del océano por los plásticos. Muchos de los seres vivos que habitan el mar confunden su alimento con plásticos y microplásticos. Esto, como podemos adivinar, no es demasiado nutritivo, pero sí saciante. Dejan de buscar comida porque tienen “el estómago lleno”, lo cual les provoca un déficit nutricional que repercute en su capacidad para reproducirse, si no les mata directamente. Las previsiones apuntan a que dentro de 30 años habrá más plásticos que peces en el océano. El mar, al igual que cualquier otro ecosistema, requiere de un equilibrio para funcionar adecuadamente. Del mar proviene la mayor parte del oxígeno que respiramos (gracias al fitoplancton). Si se produce una perturbación tan grande que los peces desaparecen en un no tan largo plazo, la producción de oxígeno también se verá afectada y, aparte de ciertas bacterias y algunos otros seres vivos, nadie puede vivir sin oxígeno.


Apocalíptico, ¿verdad? Podría ser, pero todavía estamos a tiempo de echar el freno.


Ahora mismo estamos en una casa llena de gas, con una caja de cerillas a mano, un mechero y una caja llena de fuegos artificiales.


¿Si pudieras detener todo esto, lo harías?


Tenemos muchas formas de actuar:


Primero, en las urnas. Nuestro voto es el que coloca en el gobierno a personas relacionadas con empresas que se preocupan nada y menos por el entorno natural o las leyes que se proponen no promueven la conservación del entorno, no exigen a las corporaciones un comportamiento ecológico y social justo o no comienzan una transición real hacia las energías renovables. Hay un solo requisito para esto, ser mayor de 18 años.


Segundo, la lista de la compra. Hay otra forma igual de importante en la que toma partido toda la población. Tu lista de la compra. Tu modelo de consumo. Tú, con tu dinero y con tus compras puedes elegir financiar aquellas marcas que respetan el medio ambiente y a los trabajadores o aquellas que no tienen ningún escrúpulo al respecto (no sólo estamos hablando de plásticos, sino de ropa, carne, etc.).


Tercero. Presión social. El cambio climático y la contaminación son graves problemas que dentro de no mucho van a poner en jaque nuestro bienestar y, lo más importante, nuestra supervivencia (como ya está haciendo en algunas zonas del globo). ¿Por qué no mostrar que nos preocupamos por ello? Gracias a la presión social se han conseguido numerosos avances, hagamos uso de nuestra voz.


Cuarto. Responsabilidad. Desarrollémonos sin impedir a los demás desarrollarse. Es una premisa básica. Si hacemos las cosas bien, pero a costa de los demás (tanto en un sentido local como global), no estamos siendo sostenibles. Por ejemplo, sabemos que la superpoblación es un problema, si queremos tener hijos, no tengamos más de dos por pareja, o adoptemos.


Además de todas esas cosas que nos han dicho siempre y de las que no hacemos mucho caso, como intentar no utilizar el coche si no es necesario, reciclar, no derrochar agua ni energía, etc. Y hacernos siempre la misma pregunta: ¿de verdad necesito comprar esto?


El ser humano es capaz de realizar cosas maravillosas, pero también tiene un poder enorme de destrucción.


No enciendas la cerilla.

Cerillas. Foto: Pixabay


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